Respiración consciente y los umbrales de la conciencia humana
- Psykē

- Jul 6
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Updated: Jul 10
“Tú que te dejas sentir, entra en la respiración / que es más que la tuya” — Parte Uno, Soneto IV, de Los Sonetos a Orfeo, por Rainer Maria Rilke.
En esta vida moderna, existe cierta resistencia a la respiración consciente. Quizás sabes de qué hablo: se siente como una chispa de ansiedad, como si la mente temiera perder su control, su territorio. Está acostumbrada a ser el centro de atención, quizá ahora más que nunca.

Luego llegan los argumentos. “¿Observar mi respiración? No tengo tiempo para eso.”
Pero cuando nos dedicamos unos minutos a la respiración consciente, o sea, de observar cómo el aire entra y sale del cuerpo, algo cambia...o no?
Surge de repente una sensación inexplicable de conexión. De calma. No es una calma absoluta, claro — a la mente no le gusta nada esto — sino que la existencia tiena una cierta y repentina suavidad, surge un enraizamiento en la tierra, una participación activa pero sin tensión en la vida.
Estudios demuestran los amplios beneficios de la respiración consciente. Lo que me interesa aquí es la sensación de plenitud y equilibrio que se genera a nivel emocional y espiritual. Qué curioso que observar la respiración, especialmente durante más de un ciclo, invita a un cambio de paradigma en la persona encarnada. Muchas veces dejo de ser la pensadora y paso a ser la observadora.
Cuando soy la observadora, me tomo las cosas menos personal; también soy más paciente, menos reactiva y, en general, más feliz que cuando “yo” soy la pensadora. Vale la pena notar que es muy difícil pensar activamente y observar la respiración al mismo tiempo. ¿Coincidencia? No creo.
Sin duda, es parte de la razón por la que observar la respiración ha sido la base de muchas prácticas antiguas durante milenios.

"Que es más que lo tuyo"
Estoy bastante obsesionada con este soneto de Rainer Maria Rilke (perdón por el enlace en inglés, pero parece que esta traducción de Rilke aún no está en español), un poeta austro-bohemio que vivió a finales del siglo XIX. Tanto me gustó que lo compuse música. Si quieres escuchar la canción, puedes hacerlo aquí.
Es muy simple: la voz (hola, otra vez yo), el arpa (originalmente la compuse en la lira), violín y violonchelo. Es la única canción del EP Heartsong que estoy lanzando actualmente que está compuesta exclusivamente con instrumentos acústicos.
Durante el proceso de composición y grabación de esta canción, a menudo me he preguntado si Rilke, al escribir que la respiración es “más que la tuya”, se refería al intercambio de dióxido de carbono con el reino vegetal que Joseph Priestley exploró por primera vez en 1774 con su experimento de la planta y la vela.

De todas maneras, son líneas que pareces referirse a la respiración consciente y un especie de meditación para la conciencia plena. Al hacerse consciente la respiración, se activa una doble observación: lo de nuestro propio cuerpo y al mismo tiempo (por ahí inconsciente) lo del reino vegetal. En cuánto a la respiración, no hay uno sin el otro. A la vez moviliza un estado de conciencia más profunda de que no estamos, en realidad, luchando solas y solos para sobrevivir en un planeta estático.
Llevado más lejos, puede iniciar un conocimiento de nosotras mismas y nosotros mismos más allá del cuerpo físico.

Más adelante, en el mismo soneto, Rilke escribe estas líneas misteriosas: “Tú eres el arco que dispara las flechas / y tú eres el blanco.”
Estas palabras evocan ideas de karma, la regla de oro, la noción de que lo que hago a otros y otras, en esencia, me lo hago a mí misma. También quizá la idea de que lo que busco externamente finalmente puede encontrarse en el interior. Circularidad. Reflexión. Como es arriba, es abajo. Todo es Uno. Aspectos de neoplatonismo. El Kybalion. Los Cuatro Acuerdos de Miguel Ruiz. Las enseñanzas de Buda. La exégesis de los primeros cristianos. El karma en el hinduismo. Y así.
En conjunto, estas ideas llevan a una pregunta esencial: ¿realmente existe alguien más en el mundo, o estoy siendo testigo de mi propia conciencia desplegándose sobre sí misma a través de las infinitas refracciones que llamamos “otras personas” y “el mundo”? Ni siquiera los más grandes filósofos tienen la respuesta, y…

Puede ser que conocer la respuesta (si es que existe) sea algo relativamente incidental — como un bien de lujo (quizás también peligroso, demasiado determinante para la humanidad a esta altura).
Por suerte, saberlo no es esencial para la existencia. Como dice Rilke con tanta precisión aquí, lo que haces siempre vuelve a ti. Si quieres sentirte bien, sé aquello que es bueno según tú. No lo hagas por aplausos. Hazlo con integridad y ecuanimidad. Hazlo para ti — que es, a la vez, para todas y todos.
“Los árboles que plantaste en la infancia han crecido demasiado pesados. No puedes llevártelos contigo. / Entrégate al aire, a lo que no puedes sostener.”
Y con estas líneas radiantes, Rilke cierra el soneto. Cada vez que las canto, quedo momentáneamente transportada a la dimensión a la que apuntan: más allá de la forma, las palabras, el dualismo, el aferrarse, la idea de quién “yo” soy, la muerte, la vida.
Es un lugar de suma pureza. Tengo la bendición de evocarlo a través del arte que, para mí, trasciende la dualidad más eficazmente: la música. Hay algo en estas líneas que, especialmente puestas en música, nos dejan sin aliento, suspendidos, recordando algo que una vez supimos y habíamos olvidado.

Como dice sabiamente Rilke, no puedes llevar cosas pesadas a un lugar de tanta ligereza — entrar implica un proceso de desapego, de cuestionar las creencias y programaciones de la infancia. Es un proceso de revisión, lo que en la metalurgia (una práctica tan íntimamente relacionada con la alquimia) la llaman refinación.
Ambos van de la mano. Es posible que la existencia humana, tal como la conocemos, sea en esencia una refinación del espíritu — en cuyo caso, este soneto nos lleva a un umbral de la conciencia humana y nos deja allí, colgando.
Y tú, amable lector y/o lectora: ¿te has enredado con estas palabras, o quizá con la música, si la escuchaste? ¿Qué te conmovió de este texto? ¿Dónde ves las cosas diferente, o igual? ¿Eres consciente de tu respiración? ¿Eres consciente de que estás leyendo… esta… palabra, y sin embargo, no eres el lector ni la lectora?





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